Ante la violencia una ética de las consecuencias
por María de los Ángeles Morana
En 1894 Freud señala la necesidad del yo de "arrojar fuera de sí todo lo malo"[1].En 1920 comenta la afinidad de los conceptos "extraño" y "enemigo"[2] para llegar a la noción de "unglauben"-descreencia- que permite ubicar fuera lo interior temido. En La ética del psicoanálisis, 1958, Lacan introduce la palabra extimidad[3], lo "interior excluido" y en el seminario XI destaca la "monstruosa captura"[4] por la que somos siervos de un goce que no llega a reconocerse.
Miller examina el vínculo social teñido de sospecha hacia el goce del Otro[5], ante el cual nos defendemos exacerbando la vigilancia y el control, lo que termina alimentando la violencia. En 1970, Foucault situó el nacimiento de la biopolítica en la lucha contra los peligros que surgen al interior de una población. Señaló el inicio de una somatocracia[6], ahora apoyada en "el discurso del bien" (Miller) que pugna por un cuerpo normatizado y un individuo sin síntomas y en el paradigma inmunitario, algunos de cuyos efectos evidencian que una política sobre la vida puede convertirse en política de muerte. Los aportes de Foucault se ampliaron gracias a la categoría filosófica de "inmunitas"[7] proteger al organismo contra cuerpos extraños, dando pie a un aparato que convierte en siniestro algo que no tiene que serlo.
Con el pretexto de la seguridad se da rienda suelta al autoritarismo, Sloterdijk [8]. A. Gonzáles I. lo ilustra en Babel cuando dos niños marroquíes hieren accidentalmente a una turista americana. El episodio es convertido en amenaza para E.U. y la humilde familia destrozada por el asesinato del hijo a manos de las fuerzas de seguridad de su país. Los analistas que practicamos en Colombia recibimos chicos de sectores favorecidos que asimilan pobreza a peligrosidad, mientras en los más populares, desprotegidos del estado, se extiende el uso de armas. Unos y otros, espectadores de la violencia mediática cuyo campo es el mundo. J.O. Melo afirma que uno de los elementos más dramáticos de esta miseria es que el olvido estatal la convierte no sólo en condición insoportable sino en marca para la muerte. Define la violencia como "lo más volátil e impredecible de la sociedad"[9]; describiendo así la presencia de lo real desprovisto de ropaje simbólico. En 1973 Lacan decía que hay cosas horripilantes a nuestro alrededor[10]. Unas 20.000 muertes anuales se producen aquí violentamente. Coyuntura que invita a interrogar cómo los lazos sociales engendran una violencia derivada de lo que no accede a la palabra. Miller observa que en las controversias quienes están en desacuerdo suelen subir el tono y producir un gesto de rechazo. Allí donde podríamos hablar muy suavemente y extremar la cortesía en la interlocución del adversario. Una ética de las consecuencias nos convoca a precisar cómo respondemos a la violencia del interior más próximo y a su padecimiento.
NOTAS
COMISIÓN CIENTÍFICA
Piedad de Spurrier, Maria Cristina Giraldo, Gerardo Réquiz y Clara María Holguín
COMISIÓN ORGANIZADORA
Responsables: Mónica Febres Cordero de Espinel, Mayra de Hanze y Elena Sper. Miembros y asociados de la NEL-Guayaquil
COMISIÓN BIBLIOGRAFÍA
Marita Hamman y Ana Viganó