21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2016
IX JORNADAS DE LA NEL
Las Conversaciones

Lugar del analista en el Todos-víctima
por Oscar Delgado
Miembro Asociación Lacaniana de Psicoanálisis, ALP Chile

La pregunta o rasgo que ha guiado mi intervención en el grupo de investigación: "Violencias en la Infancia y Adolescencia", tomó como eje articulador el encuentro de Pipol 7[1], donde se debatió en torno a la temática "Víctima" como aquel significante propio de la época, que arroja a los sujetos padecientes a una victimización generalizada. La pregunta interesante apunta al lugar del psicoanálisis en este contexto del "todos víctima", el cual sin duda pierde de vista la singularidad del sufrimiento y de las demandas propias de cada sujeto, ubicándolo como un individuo receptor y pasivo. Nos parece oportuno entonces, preguntarnos por la subjetividad detrás de dicha nominación, es decir, de qué padece o qué lugar para esa víctima… o incluso "¿de Qué es víctima?", pregunta que no intenta anular la experiencia, pero si desgeneralizarla, dándole el tinte singular de uno a uno.

Comprendemos que la violencia como acto desde un Otro si existe, llámese Familia, Estado, Instituciones, estos sin duda ejercen diversas violencias hacia los niños niñas y adolescentes, por lo que la designación de Víctima en un punto es necesaria, incluso políticamente. Desde la clínica, presenciamos cómo estos pacientes definidos desde la noción de "Víctimas" son precedidos por derivaciones y demandas emanadas del sistema judicial, que más bien operan como identificaciones que nominan, ordenan y organizan su existencia en base a la ocurrencia de la violencia y la transgresión en sus cuerpos y en sus vínculos de confianza, definidos desde un lugar cargado de significaciones y de sentido, operando "Víctima" como un significante Amo muy propio de la época.

Tal como lo señala Eric Laurent [2]"el psicoanálisis no es un técnica, sino un discurso que anima a cada uno a producir su singularidad, su excepción", por lo que la apuesta analítica estaría en cómo hacer que esta víctima logre subjetivarse y descubrir cómo hacer de ese evento, algo distinto, dando un lugar a la experiencia traumática, pero la cual no obture toda su existencia.

En mi práctica con pacientes adolescentes víctimas de abuso sexual, se escucha constantemente la oración "no quiero hablar de eso",poniendo un límite inicial, una barrera que nos convoca a preguntarnos ¿qué es aquello de lo que no se quiere hablar? siendo posible pensar sobre una constitución subjetiva que busca alejarse de lo nominativo, resistiéndose ante al verdugo inquisidor que intenta intrusear en ellos, aquel que se inserta en el entramado institucional jurídico sin un previo conocimiento, sin una previa presentación, sin una palabra previa que medie.

El lugar del acto analítico, incluso en una institución, debiera permitir este necesario pasaje de la víctima culposa a un sujeto de la responsabilidad, responsabilidad de su goce y de la posibilidad de hacer algo activo respecto a él. Así la víctima, también debe ser pensada como sujeto, no ajena al goce y no solo como objeto de un Otro. Cuando esto último ocurre, la víctima queda cargada de sentido, estigmatizada, no sin goce. Nos preguntamos, entonces, cómo hacer entrar la palabra y no saturarla en el binomio héroe-villano o víctima-victimario.

Si pensamos el acto analítico como la posibilidad de generar movimiento en el paciente para permitir la aparición del sujeto, es posible plantear que el deseo-causa del analista, en estos contextos, con todo lo instituido a favor de la víctima, pareciera estar sostenido en el deseo de operar convenientemente sobre esta cristalización respecto del lugar de víctima, pudiendo intervenir sin quedar atrapado por los ideales y demandas institucionales. La intervención analítica tiene la función de podar el exceso de sentido de manera calculada, un saber operar respecto a algo, sostenido en transferencia, que permita la construcción de lo distinto y, con ello, la aparición del sujeto[3].

Así también del lado del analista, aparece la pregunta por qué lugar tiene el fantasma, o la realidad, o lo real, e incluso la responsabilidad subjetiva de alguien designado como víctima. ¿Qué lugar para el analista en estas instituciones? los analistas nos encontremos con las consecuencias de actos, omisiones, descuidos, formas de goce. El psicoanálisis no puede negar las violencias ni sus consecuencias, sin embargo sólo puede operar sobre los efectos de estas en el sujeto, donde el psicoanálisis se ocupa de los síntomas, de los traumas, de aquello vivido, pero imposible de simbolizar.

Esto puede articularse a la posición de Lacan en la última clase de su seminario sobre el acto analítico, donde refiere; "el deseo del analista es imposible extraerlo de ningún otro lugar que del fantasma del analista. Es de lo más opaco, de lo más cerrado, de lo más autista que hay en su palabra, de donde proviene el choque por el que se descongela el analizante en su palabra"[4]. Se trata así de un deseo impuro, que se liga al fantasma del analista, fantasma que entonces se le debe dar un lugar en función de sostener tanto en la dirección de la cura, como (podríamos anexar) a su lugar en cada institución.

NOTAS

  1. Puig, M. 2015. Encuentro PIPOL, Víctima!
  2. Erick Laurent (2004). Principios Rectores del acto analítico.
  3. Erick Laurent (2004). Principios Rectores del acto analítico.
  4. Lacan, J. (1968) Seminario 15: "El acto analítico". Clase del 19 de Junio. Inédito.
NEL - Nueva Escuela Lacaniana