21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2016
IX JORNADAS DE LA NEL
Las Conversaciones

En el sexo como en la violencia
José Armando García (Asociado NEL-Miami)

"Sex is Violent!" -dice la canción de Jane's Addiction. No es "Sex & Violence" como dos conceptos que, aún agrupados, pueden ser disueltos. Es "Sex is Violent", calificado así el sexo como acto de violencia. De aquí, comencemos un proceso inverso a la dilucidación, esta vez con el fin de elucidar si esta proposición es sostenible.

Aún mucho antes de Jane's Addiction, Freud anunciaba lo habitual que es, en las teorías sexuales infantiles, contemplar la interpretación de los actos sexuales como actos de violencia infligida.

En el caso clásico del "Hombre de los Lobos", Freud advertía de esta ambigüedad "auto perceptiva" que interpretaba -en el caso específico del Hombre de los Lobos- la escena primaria de sus padres teniendo sexo como un acto de violencia, e incluso de satisfacción en esa violencia.

De violenta es sin duda la calificación del acto, pero, adjetivos más adjetivos menos, lo violento es que "hay satisfacción en el lugar de esa herida" -como precisa Freud. La violencia, más aún, viene de un encuentro inalterable: la castración. ¿Cómo se satisfacen los castrados? Aquí habrá una serie de pliegues fantasmáticos que llevaran al Hombre de los Lobos a defenderse de tal prospecto con una interminable diatriba sado-masoquista que no le daba tregua ni de cabo ni de rabo.

Más aún, el Hombre de los Lobos descubre que para que haya acto sexual, debe haber objeto, alguien debe de hacer las partes del objeto de satisfacción, y más significativo aún: habrá satisfacción en la posición de objeto. El rostro de su madre no daba lugar a dudas.

El arte plástico también lo tiene claro: el sexo es violento, o al menos es presto a pasar por acto violento. Nos lo retrata buena parte de la obra del pintor Británico Francis Bacon, particularmente sus pinturas de cuerpos en lucha, ¿o no acaso? La duda es pertinente entre borrones y brochazos, entre zarpazos que desdibujan lo que luego insinúan; nada es claro, mucho es turbio: ¿luchan esos cuerpos o se acoplan? ¿Yacen en forcejeo o en cópula?

Estas y otras son las preguntas que me ocuparán en mi trabajo de cartel, hasta hilvanar fino en el binario incomparable de las dos razas, las únicas dos, una a otra infranqueables: varones y hembras. Porque existe la premisa de que en el sexo hay ineludible violencia porque hay un forcejeo: el forcejeo de que al no haber proporción sexual, sí habrá en cambio relación al goce al costo de que uno de los sexos, una de las posiciones sexuadas, haga de insumo del goce del otro. Uno a la vez, y nunca los dos juntos: es una culminación que, aún si simultánea, será dispar.

Queda así dirigida esta brújula, hacia un norte magnético que se desvía levemente del norte figurativo, me refiero a la violencia primitiva: la que funda la cultura en el horizonte cuando impulsa su tracción a rechazo de la mujer, ese Otro radical.

NEL - Nueva Escuela Lacaniana