21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2016
IX JORNADAS DE LA NEL
Jornada Clínica

Entre la angustia y el acto
por María Hortensia Cárdenas

La época actual regida por la globalización, la descreencia en el Otro y el desencanto de la civilización, produce efectos de aislamiento, exclusión, segregación y de individualismo extremo pero también de fenómenos de violencia. Esta situación trae consecuencias afectivas de padecimiento, mayormente bajo la modalidad de la depresión, angustia, odio, aburrimiento, tristeza, pero también falta de perspectivas, sentimientos de soledad y vacío, así como actos perversos, acting out y pasajes al acto en situaciones extremas que dan cuenta de una sensación de precariedad simbólica y de un desvarío del goce.

Hay una diferencia sustancial entre las emociones que son del registro de lo biológico, vital, y los afectos que son del orden del sujeto, de su relación al significante y por lo tanto del goce. Visto de este modo, los afectos remiten a la subjetividad, tienen una incidencia en el cuerpo y en los vínculos del sujeto con los otros. Los afectos suscitan pasiones. Lacan anuda los afectos al pensamiento para ubicar a las pasiones: la pasión implica una idea o una representación vinculada a un afecto. La experiencia analítica nos confronta a lo que Lacan llama las pasiones del ser, que son pasiones de la relación con el Otro, de alienación al Otro, que se despliegan en la transferencia: amor, odio e ignorancia. Pasiones con las que el sujeto busca colmar su falta en ser.

La pasión del neurótico se despliega en el campo de la experiencia analítica a partir del reconocimiento de la falta en ser.[1] Falta en ser que apunta hacia la carencia y la culpa. Por eso el sujeto necesita justificar su existencia dirigiéndose al Otro para encontrarse ahí. El neurótico pide al Otro la justificación de su razón de ser; sufre de su falta en ser pero prefiere la falta de goce, prefiere su carencia a cualquier otra cosa. Es lo que Lacan señala del neurótico: rechaza sacrificar su castración, su diferencia, lo que lo hace sufrir, porque solo así puede justificar su existencia.[2]

Cuando en el curso de su enseñanza Lacan introduce el concepto del parlêtre, hace un giro hacia las pasiones del alma, aquellas que se vinculan más con el objeto como resto de goce que no pasa por el significante. Las pasiones pueden ser un índice de lo real, un toque de lo real, en el sentido de que nos confrontan con lo que no se ajusta en el mundo, con lo que se presenta como un desajuste, como la tristeza, el aburrimiento, el malhumor.[3] Es el giro del sujeto afectado por los significantes que son los afectos, al parlêtre afectado por los traumatismos de lalengua. El trauma fijado al agujero en lo real a partir de lo imposible de la relación sexual, como aquello que no cesa de no escribirse. El agujero de lo real implica que no existe la compatibilidad entre los sexos y, además, que no hay saber en lo real sobre cómo hacer con el goce.

Entonces el afecto es efecto del acontecimiento de lalengua en el cuerpo, del modo como el afecto afecta y erosiona el cuerpo y fija una modalidad de goce que es causa de angustia. Es la marca de excitación, un goce puro sin un saber que lo defina ni le devuelva la armonía y que quedará inscrito para siempre en el cuerpo como condición para todo lo que vendrá después como efecto de verdad. La angustia es la emergencia de lo inasimilable del trauma, núcleo de lo incurable, "es el síntoma tipo de todo acontecimiento de lo real".[4]

La angustia será el medio de captar lo real del goce que no se deja atrapar por la red conceptual del significante. Por eso dice Lacan que la angustia es un afecto que no engaña. Los afectos en sí son sentimientos que mienten, sentir es mentir. Los afectos se desplazan y varían según las particularidades y los tiempos. Los afectos son significantes, semblantes que engendran significaciones que engañan con relación a lo real. Para abordar los afectos se necesita pasar por el cuerpo afectado por la estructura.

Lacan indica que la angustia es ese corte que se abre y deja aparecer lo que no engaña, lo fuera de duda.[5] Es un corte que agujerea el pensamiento para ir por fuera del sentido. En la práctica nos orientamos por la angustia precisamente porque viene de lo real; no engaña porque es lo que no se deja significantizar, la importancia de la angustia es su relación con lo real. Lacan añade que es "de la angustia de donde la acción toma prestada su certeza. Actuar es arrancarle a la angustia su certeza".[6] Pero hay que diferenciar acción de acto, advertidos de que la angustia trae como efecto el pasaje al acto ‒dejarse caer‒ y el acting out ‒subir a la escena‒, como lo precisa Lacan en el Seminario La angustia y lo ejemplifica con los casos de Dora y la joven homosexual.[7] O también el acto perverso que Lacan elabora a partir del masoquismo como referencia para la lógica perversa.[8]

El acto analítico es el que nos interesa. Se necesita del corte como modelo del acto analítico, para salir de un estado en el que solo se da vueltas por el pensamiento. Actuar así, con el pensar de por medio, confina a la debilidad mental. Así como el acto, el corte opera sin pasar por el sentido. Solo por la vía del acto se puede franquear la angustia de la buena manera. El acto permite al sujeto salir de la indeterminación y la parálisis a la que la angustia lo somete para arribar a un momento conclusivo, de franqueamiento de la angustia.

NOTAS

  1. Lacan, J., "La dirección de la cura y los principios de su poder", Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2005, p. 593.
  2. Cf. Miller, J.-A., "La pasión del neurótico", Introducción a la clínica lacaniana, ELP-RBA, Barcelona, 2006, pp. 69-87.
  3. Lacan, J., "Televisión", Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 553.
  4. Lacan, J., "La tercera", Revista Lacaniana de Psicoanálisis 18, Grama, Buenos Aires, junio 2015.
  5. Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 87.
  6. Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, op. cit., p. 88.
  7. Cf. Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, op. cit., pp. 127-144.
  8. Ibíd., pp. 178-180.
NEL - Nueva Escuela Lacaniana