21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2016
IX JORNADAS DE LA NEL
Textos

De guerras y violencias
por Juan Fernando Pérez

La guerra como pasión
Con Freud se sabe que la guerra es una pasión a la cual los humanos no han de renunciar. Sabemos que siempre hallarán razones para justificarla, que hallarán mañana como ayer u hoy, ocasiones propicias para hacerla vigente en forma plena, aquí o allá, de tal manera que la causa bélica llegue a dar satisfacción a sus goces más oscuros, al kakon que les habita, uno por uno.

No hay posibilidad alguna de erradicar de los humanos lo que Freud llamó su maldad constituyente; es ese un real genuino del parlêtre, presente con la guerra o sin ella. Más de un siglo de investigación advertida con sujetos de todo orden lo demuestra, así insista la creencia en que puede haber una paz sin conflictos. Ello implica que de lo que se trata es de permitir que aquello que verdaderamente se opone a ese afán guerrero, trabaje para llegar a favorecer la convivencia regulada con el enemigo, el cual, hay que saberlo, los humanos prefieren reconocer siempre fuera de sí, como inquietante extrañeza.

La violencia y la guerra como discurso
Y esa pulsión se expresa también como presencia inquebrantable y múltiple de violencia, en paz o en guerra, lo cual trabaja en favor de las justificaciones que se construyen para validar el afán belicoso. La violencia entonces no solo daña sino que también crea condiciones para que se consoliden los bandos; intensifica los afectos, procura sentido a los discursos y estos adquieren valor de verdad, todo lo cual se traduce a menudo en acciones presuntamente justas de daño y destrucción del otro. El discurso consigue así aliviar el peso que suscita el acto destructor, lo cual muestra que es empeño del violento lograr su propia impunidad. Se ratifica allí que se piensa para justificar el goce. Conviene agregar que el violento ve la impunidad solo en el enemigo, como tregua absurda y como búsqueda mezquina solo del otro.

Con el psicoanálisis se sabe que la paz perpetua, en la cual el mismo Kant no creía, es solo un deseo piadoso. Y saberlo, lejos de convertir a alguien en un aliado de la guerra más bien ha de empujarle a trabajar en favor de aquello que se le opone. Por cuanto conviene recordarlo (Marie-Hélène Brousse supo hacerlo a buena hora en su excelente compilación El psicoanálisis a la hora de la guerra[1]), la guerra en tanto discurso es lazo social y por tal razón en ella hay planeación y orden.

La guerra es organización, lazo social y no solo destrucción
Que la guerra sea pensada como lo contrario de la civilización ha inducido a suponer que es paradójico que ella sea orden y lazo social. Pero es que ¿el militar y los amigos de la guerra no son acaso y ante todo, disciplina, vínculos férreos, pompas, invocaciones de gestas y de mitos? ¿Y la guerra no es también planeación, donde la radical verticalidad en el lazo social se instituye en cada acción, como concreción depurada del discurso del amo? Oponer la guerra a la civilización es insostenible. Sin embargo, la búsqueda auténtica de la paz es algo que le da dignidad a los humanos. Y su autenticidad radica en establecer ante todo que el enemigo está en cada uno; por tanto que las bellas almas tendrían que exiliarse en la construcción de lo que conlleva trabajar contra la guerra. Ello a su vez implica que cuando el otro se hace radicalmente mortífero, injusto y sin tregua, es necesario combatirlo con la guerra.

La guerra, la creatividad y la cultura ante la guerra
Esos lazos que los humanos establecen con la guerra, por lo demás estimulan su creatividad. No es novedad reconocer que el saber avanza más que nunca cuando la guerra está presente o cuando se encuentra ya en el horizonte.

El psicoanálisis mismo dio pasos decisivos cuando se ocupó en verdad de ella, cuando pudo reconocer la necesidad de hacer caer los ideales relativos a la primacía del principio del placer; supo entonces que la autodestrucción es constituyente. Pero es claro que no solo el psicoanálisis construye un saber nuevo a partir de la guerra sino que ésta ha sido siempre un motor para que los humanos lleguen a descifrar enigmas de todo tipo, para construir mejores técnicas en todos los planos, las que justifican en función del bienestar que muchas veces les procuran en espacios más pacíficos.

¿Qué se opone verdaderamente a la guerra? Freud respondió diciendo que tal pregunta contenía la definición misma de la cultura, esto es, que la cultura es el conjunto de fuerzas que se le oponen a la guerra. Es una manera de pensar la sublimación, tema que la AMP acaba de examinar a la luz de la última rama de la enseñanza de Lacan, el congreso de Río, en un esfuerzo por destacar que con el cuerpo hablante, el parlêtre tiene la posibilidad de construir algo más que justificaciones al goce crudo e inmediato que el fantasma les propone. Quizás los miembros de la NEL continúen en Guayaquil ese empeño.

NOTAS

  1. Marie-Hélène Brousse (compiladora). El psicoanálisis a la hora de la guerra. Tres Haches, Argentina, 20015.
NEL - Nueva Escuela Lacaniana