21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2016
IX JORNADAS DE LA NEL
Entrevistas

Entrevista a María Cristina Giraldo (AE de la NEL)
por Raquel Cors

Raquel Cors: En su texto "¿Por qué la guerra?", Freud da cuenta de las violencias humanas. ¿Cuál su lectura -en la época actual- de las violencias contemporáneas?

María Cristina Giraldo: Empiezo por hacer una inversión: ¿podemos respondernos hoy a la pregunta por qué la guerra? Esta pregunta de Freud en la comunicación con Einstein, tuvo toda la pertinencia en los años 30, con relación a la Primera Guerra Mundial. No obstante, el orden simbólico cambió para siempre en el Siglo XXI y se perdieron las certidumbres derivadas del orden social establecido por el Nombre del Padre que le daba existencia y consistencia al Otro. La imposibilidad de dar sentido a las violencias y a las guerras en plural, tiene que ver con el goce en juego y hace parte de lo que Miller nombró "el gran desorden de lo real". Lo indecible aparece en los nombres insuficientes con que pretendemos definir ese fenómeno en la actualidad: conflicto armado, guerra, violencia, terrorismo, violencia de Estado…

Leonardo Gorostiza, en la presentación del libro de M-H. Brousse en la EOL, nos advierte de la imposibilidad de hacer una "cosmovisión de la guerra".[1] En la misma perspectiva, Francis Ratier se pregunta si "¿existe La guerra? Y si ¿se puede inferir una definición de la guerra que valdría para todos los tiempos, para todos los lugares?"[2] Sin duda, para el discurso analítico no existe La guerra y es imposible una cosmovisión de la misma; el psicoanálisis las toma una por una.

Laurent muestra el paso de las guerras en el Nombre del padre, propias de comienzos de siglo XX, a la privatización de la pulsión de muerte en las violencias y en las guerras actuales, que le dan a las violencias ese carácter invasivo y globalizado que tienen en la actualidad. La guerra ya no está en el frente de batalla, hace parte indisoluble de la vida cotidiana y aunque irrumpe en ella, la naturalizamos para defendernos. Laurent nos explica este cambio de lógica: "hay un debilitamiento del Estado como ejercicio del monopolio legítimo de la violencia, impotente frente a la multiplicación de las armas, de las milicias armadas, privadas, colocadas del lado de los que se protegen o del lado de las pandillas, de mafias, organizaciones de delincuencia organizadas en un nivel jamás conocido. Tenemos el narco-Estado, pero tenemos organizaciones cada vez más potentes que toman el lugar de la organización familiar de la mafia de antes. Del monopolio legítimo de la violencia, por parte del Estado pasamos a la privatización de la violencia, a la privatización de la pulsión de muerte".[3] La pluralización de las violencias, las guerras que ya no pueden extraer sentido de las ideologías caídas que pretendían justificarlas; las que se hacen en nombre de la alienación identificatoria a sentidos entramados en el sincretismo político-religioso que aglutina masas, las múltiples violencias que exponen lo real descarnado a la voluntad de goce del ojo absoluto;[4] la de los grupos armados que taponan con sus leyes de hierro el agujero de un orden simbólico que se rompió para siempre, todas esas modalidades de la violencia llevan a cada uno de nosotros a esa experiencia del lazo social, que en el decir de J. M. Coetzee,[5] provoca que cada uno viva en una isla de mutua sospecha.

R. C.: Hay pasiones que implican la relación con el Otro en su ser, como son el amor y el odio, ¿qué nos puede decir sobre estas pasiones al final de un análisis?

M.C.G.: El análisis del odio y del amor como pasiones presentes en la transferencia supone orientarse por la dimensión de lo pulsional. Una experiencia de análisis no tiene como propósito extinguir ni las pasiones del ser ni las del alma, y no hay análisis sin resto. Esos restos de goce se pasan cada vez por ese aparato lógico que es el sinthome, que es una forma de arreglo singular, pero que ni es ideal, ni es una solución para todo, definitiva, ni para siempre. Al final no se encuentra el alma bella, sino la forma singular de vivir la pulsión, que de ideal no tiene nada. Analizar lo real de las pasiones pone en el lugar de los efectos devastadores que produce la pulsión de muerte en el vínculo social, el saber hacer con lo vivificante en ellas.

El goce fantasmático le aporta un carácter dramático a la experiencia de estas pasiones, que caen en la comicidad lúcida cuando se atraviesa el fantasma. Es la lucidez del propio odio o del odio del semejante, en vez del no querer saber por el horror que produce, la que se hace presente al final. Sin duda, la experiencia en el propio análisis de lo real de esas pasiones es lo que permite alojar en el dispositivo analítico tanto el odio de los propios analizantes como el amor en sus vertientes imaginaria, simbólica y real.

Del mismo modo que no podemos hacer una cosmovisión de la guerra, sino que las tomamos una por una, tampoco podemos hacer una teoría que universalice el amor en el fin de análisis, que valga para todos. No obstante, puedo aventurar una afirmación, sin pretender universales. Es imposible que una experiencia de análisis llevada hasta el final preserve el amor en la armonía de lo fusional narcisista; la ruptura de esa armonía es una de sus consecuencias. Hacerse a lo que cada uno es en su modo de gozar, abre una puerta a la diferencia de cada goce, que supone lo imposible de la relación sexual. Es en ese agujero de dos goces que no son complementarios y en lo necesario del amor, que se bordea el agujero del desencuentro del goce Uno de cada partenaire. El amor en lo real es un nudo que bordea la finitud del lazo y se sacude por las contingencias, las sorpresas, los imprevistos y los impases. El amor teje su nudo entre el encuentro con la propia forma de satisfacción y el desencuentro producido por la diferencia del Uno del goce. No obstante, se ama el goce que se obtiene de ese imposible que encarna al partenaire en su propia singularidad.

Descubrir la escritura lógica del fantasma en la relación con el objeto a, la regla que rige el propio decir, no es sin consecuencias sobre las pasiones que animan al ser. Tanto el atravesamiento del fantasma como la identificación al sinthome, nos adentran en las pasiones del a, del alma, o del parlêtre, la substancia gozante del cuerpo hablante. Entre la inconsistencia del Otro y la consistencia del objeto a, la pasióndeviene en causa de un deseo singular que ni retrocede ni vacila en sostener el acto.

NOTAS

  1. Gorostiza, L., Presentación del libro compilado por Marie-Hélène Brousse "El psicoanálisis a la hora de la guerra", Radio Lacan, EOL, octubre 21 de 2015. Disponible en: http://www.radiolacan.com/es/topic/681/5
  2. Ratier, F., "La paz es un delirio", El psicoanálisis a la hora de la guerra, Tres Haches, Buenos Aires, 2015, p.189.
  3. Laurent, É., La Violencia en las ciudades, XX Encuentro Brasileño del Campo freudiano EBP,Trauma en los cuerpos y violencia en las ciudades, Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=ij_iUt-Kq-M
  4. Expresión de Gérard Wacjman.
  5. Coetzee, J.M., Contra la censura. Ensayos sobre la pasión por silenciar, Random House Mondadori, Bogotá, 2007.
NEL - Nueva Escuela Lacaniana