21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2016
IX JORNADAS DE LA NEL
Textos

Pasiones
por Gerardo Réquiz

En el terreno de las pasiones todo el mundo cree saber de lo que habla cuando se refiere a ellas. Las pasiones apasionan al sujeto porque las vive, porque se le imponen y comandan su acción. No pocas veces ligadas a la violencia, de la que no escapa el cuerpo propio.

La fuerza de las pasiones, con frecuencia asociadas a intensos estados afectivos, ha intrigado siempre a los hombres. Formaron parte de la reflexión de los antiguos porque en su patencia parecen decir la verdad y, aunque en realidad mienten, no por eso pierden su poder.


Emergence, 2002. De la serie Las pasiones de Bill Viola.

"Los cuatro gigantes del alma" las llamo Emilio Mira y López, psiquiatra español que atrajo atención sobre ellas en los años cincuenta cuando detalló, en un libro homónimo, sus estragos y delicias: amor, miedo, ira y, curiosamente, el deber, que hoy cambió de amo, ya no sirve más a la represión sino al mandato de goce.

Pero las pasiones no son, como lo propone Mira, la esencia del sujeto. Ni el afecto expresado en ellas "el ser dado en su inmediatez, ni tampoco el sujeto en una forma bruta. No es en ningún caso protopático"[1], como precisa Lacan para que estemos advertidos en la práctica. Esto nos obliga a establecer todas las distinciones a que haya lugar entre pasiones, afectos, sentimientos, emociones, vergüenza, humor, e indagar sobre sus coordenadas estructurales y sus anudamientos en los tres registros de la experiencia humana.

La practica analítica no hace alianza con la razón para someter las pasiones, maniobra inútil recogida con agudeza por La Rochefoucault en su Máxima 122: "Si resistimos a nuestras pasiones, ello se debe más a su debilidad que a nuestra fuerza".

No es por causa de la debilidad de un yo que sucumbe a la pasión que el psicoanálisis no procede por la vía de la norma. Si el análisis acoge las pasiones es porque ellas, con su cara engañosa, esconden un sustrato de goce al cual se aferra fuertemente el sujeto.

Los afectos migran, se desplazan, pero siempre están supeditados al significante. Es la tesis de Lacan. Tesis que incluye a lo real puesto que ellos son el efecto del significante sobre el cuerpo. Esta misma característica les asegura aún más su lugar bajo transferencia.

Solo la angustia prescinde del velo sobre el vacío que el resto de los afectos evita o enmascara, aunque igualmente se puede experimentar con una pasión que desgarre al ser. A Lacan debemos haberla desmarcado de ellos y establecerla como el afecto fundamental del ser hablante por ser el único que guía sin engaños.

Las pasiones se acomodan a los tiempos. Las de hoy apuntan a un goce distinto del que distinguimos para la época del padre, caracterizada por constreñirlas, aunque sin sospechar, como se nos revela hoy, que allí donde surgen el deber y la moral, en ese mismo lugar habita el goce. Intuición esclarecedora de Freud que saca a la luz el trasfondo de goce que anida en el corazón mismo tanto de las pasiones como de la defensa contra ellas.

Las pasiones están directamente ligadas a las patologías de la actuación. Más aun cuando las fuerzas llamadas morales han declinado y el goce que se actúa pasionalmente encuentra en el gran desorden de lo real que hoy reina, y en los nuevos medios disponibles en nuestros días, su legitimidad para imponerse en el mundo.

Sobre la pertinencia de estos temas tanto para la clínica como para lo social y, seguramente con un toque de pasión, debatiremos en Guayaquil durante las IX Jornadas de la NEL.

Notas

  1. Lacan, Jacques. Seminario Libro X, La angustia. Paidos, Buenos Aires 2.006, p 23
NEL - Nueva Escuela Lacaniana