21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2016
IX JORNADAS DE LA NEL
Textos

En la multitud estamos siempre solos
por Marcelo Veras

Al afirmar que un goce incomunicable se infiltra en toda comunicación, Lacan confirma su tesis de que no hay comunicación sin mal-entendidos, y que el único modo de sobrepasar esa condición estructural de falla es la creencia de que hay un sentido común. Efectivamente, es difícil sustentar tal creencia, una vez que todo lleva a su inconsistencia.

Por tanto, se configura un núcleo de soledad e incomunicabilidad sexual que se hará presente en el escándalo de su célebre afirmación: "no hay relación sexual". Como vemos, esa frase fue proferida en perfecta coherencia con los desarrollos sobre la lalengua y la palabra delos años 70.

Esa soledad nos trae un desafío. La definición de lo humano como categoría universal fija del sujeto como un ser social que se humaniza precisamente a través de la experiencia del lenguaje y por el contacto con el Otro. Pero como dice Lacan, el ser está habitado por lalengua, los ruidos que hacemos con el cuerpo y que son la prueba misma de que el cuerpo vive, se distingue de la comunicación. Eso provoca inmediatamente un complejo giro en la relación entre lo que puede ser definido como habla y lo que puede ser definido como comunicación. Es como podríamos definir al hablanteser de Lacan: un ser que experimenta, en su propia esencia, el lenguaje en su límite último, exiliado de cualquier significación.

La inversión que se produce a partir de esa concepción del hablanteser, es que el Uno, en su afinidad como el núcleo del narcisismo primario freudiano, pasa a ser vivido como un cuerpo extraño para el Yo que habla. El ser encuentra en el diccionario del Otro tan solo las palabras de la subjetividad, y es con ellas que él fabrica lalengua, o sea, es de ellas de donde él puede extraer la materia para nominar lo incomunicable. El Uno en cuestión no se cuenta entre los objetos y las palabras del mundo, pero es de ellas de donde surge la condición para que el brillo de los objetos y las palabras se aprehenda.

Es nítida aquí la influencia del Tao chino como nos lo muestran los versos del viejo sabio Lao Tse:

Érase una vez, alguien logró el Uno.
El cielo logró el Uno y clareó.
La tierra logró el Uno y se estabilizó.
Dioses lograron el Uno y se hicieron espirituales.
El valle logró el Uno y se llenó.
Todo logró el Uno y nació.
Los señores y reyes lograron el Uno y se hicieron los amos del mundo bajo el cielo.

El lazo social, por tanto, deja de estar ordenado exclusivamente por el discurso y por los trueques de la intersubjetividad para, más allá de la significación de las palabras, vibrar en el cuerpo como instrumentos de goce. No se trata del cuerpo que sirve para los intercambios imaginarios o que puede ser hablado a través del significante. Se trata del cuerpo que funciona como obstáculo al lazo social, lo que tiene de incominicable y que resiste a la significación. Es ese cuerpo que tiende a ser eliminado por los discursos totalitarios.

EL goce solo se colectiviza cuando aparece aparejado en una fórmula que lo conecta al campo del Otro. Esa fórmula, en las neurosis, es posibilitada por la constitución de la fantasía. Pero el camino que toma Lacan es precisamente en demostrar que la fantasía misma conecta al sujeto es una farsa.

"(…) por vez primera, apoyamos el hecho de que ese lugar del Otro no debe ser buscado más que en el cuerpo, que él no es intersubjetividad, pero las cicatrices sobre el cuerpo, tegumentarias, pedúnculos que se enchufan en sus orificios, para hacer las veces de tomacorrientes (prises) ancestrales y técnicos que lo roen" (Lacan, La Lógica del Fantasma).

La clínica de la psicosis nos enseña que el loco busca, igualmente, la localización de ese goce a través de mecanismos que le sean propios, permitiendo una localización de goce en el cuerpo como un órgano en el Otro, como delirio.

De ahí la relevancia de un comentario hecho por Lacan en el cual el afirma que el lazo social no es puro efecto de discurso, pues incluye el cuerpo y los efectos que el lenguaje imprime en él. Es lo que constatamos en el siguiente pasaje del Atolodradicho:

"Mi tarea es desbrozar el estatuto de un discurso, donde sitúo que hay... discurso: y lo sitúo con el vínculo social a lo cual se someten los cuerpos que, este discurso, lo habitan."

Decir que el discurso no camina sin el cuerpo, cambia el modo en que se piensan las manifestaciones de los colectivos organizados mediante cualquier identificación. Más allá de los intercambios intersubjetivos, el hablanteser, a remolque de lo opaco del goce del cuerpo, es incapaz de responder a los ideales de la socialización sin que algo escape a los intentos de significación del Otro social. Así, ningún discurso es lo suficientemente capaz de capturar ese goce, por lo que se vuelve necesario, del lado de la clínica, que se haga una invención. Caso contrario, ese resto es la base del odio que ningún discurso logra eliminar. Es lo que hace que a veces el colectivo suspenda el juzgamiento moral y haga el linchamiento de un cuerpo en el espejismo de la eliminación de un goce corporal inquietante.

Como afirma Miller, nadie mejor que el loco para denunciar la ironía de que en el fondo, el lazo social es una estafa, que el Otro que garantizaría el lazo social no existe, y que todos estamos solos en el momento en que apostamos por la humanización del otro con quien compartimos el lazo social.

Si por un lado, la clínica psicoanalítica es el reverso de los movimiento de masa, el momento para la aproximación de los dos en un mismo campo de trabajo es de los más oportunos. Ningún significante amo del momento está a la altura de pacificar lo colectivo, sin restos. Es necesario, en cualquier discurso que estemos, ser un poco más humildes y aceptar que algo estará perdido. Podemos estar unidos en nuestros ideales, pero siempre solitarios en nuestras pérdidas.

Nota del autor: Este texto fue escrito debido a la actual crisis política de Brasil que ha ocasionado un resurgimiento de pensamientos de extrema derecha y de mucho odio (Abril 3 de 2016).
NEL - Nueva Escuela Lacaniana