21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2016
IX JORNADAS DE LA NEL
Jornada Clínica

El odio: lo in-humano en el lazo familiar
por Alba Alfaro

El amor es situado por Lacan como lo que suple la ausencia de relación sexual[1]; es decir que el amor es lo que hace vínculo[2].

La transferencia introduce el amor como tema de investigación clínica en psicoanálisis, desde Freud y con Lacan, dando cuenta de un hecho esencial: el amor tiene relación con el objeto a.

Lacan crea el neologismo "odioenamoramiento" para indicar ese punto crucial donde el amor se revierte en odio; reformulando lo que Freud ya había ubicado como ambivalencia en el lazo amoroso. Con este término él da cuenta de que el amor en su esencia es narcisista y que su objeto es, en tanto resto de deseo, causa de insatisfacción e imposibilidad[3].

El amor vela el "estatuto de desecho" que tiene el objeto a, velo que Lacan formula como i(a), imagen de a, cubriendo con el "esplendor de lo imaginario"[4] lo que en sí mismo no tiene nada de bello: el objeto plus de goce. En el momento en que el velo del amor se corre, aparece este objeto y el giro del amor en odio. El inconsciente hace aparecer la falta en ser en el campo donde opera la reciprocidad narcisista, surgiendo el goce como alteridad primordial. La presencia del objeto coloca así fuera de juego el amor, ubicándolo en la vía de la reivindicación fálica y no en la del deseo. Y es que: "El goce del Otro, […] del cuerpo del otro que lo simboliza, no es signo de amor"[5].

La desregulación fálica, efecto del nuevo orden simbólico, hace de la función de velo del amor un recurso precario, frágil. El odio se presenta entonces respecto a otras épocas, permitido y desenfrenado, tomado por "los poderes oscuros del superyó". La clínica contemporánea permite constatar que, regido por el empuje a lo ilimitado de la pulsión, el odio socava los lazos familiares.

Tal como lo constatamos en la clínica con niños y adolescentes, en las familias de hoy aparece una "erosión de roles parentales estandarizados"[6], la cual confirma como señala Lacan, los verdaderos niños que son los padres. Explicada por la tesis del narcisismo como estadio supremo del individualismo, típico de las sociedades ultraliberales[7], esta erosión se produce en la medida que: "La universalidad del concepto mismo de parentesco no resistió. Los lazos de sangre o la prohibición del incesto hacen figura de curiosidad etnológica, es decir de excepción, dentro de un relativismo cultural generalizado"[8].

En lo singular del caso por caso, se puede escuchar a madres que muestran como ciertos significantes, que comandan un sin límite propio del goce femenino, dificultan el ejercicio de la función parental en la madre. En las entrevistas, éstas admiten abiertamente no sin culpa y angustia, experimentar un odio a veces exacerbado hacia el hijo al atribuirle una voluntad de goce que lo coloca en posición de un partenaire amoroso. Se trata de que las faltas que perciben en el hijo, como la indisciplina o los problemas de rendimiento, constituyen para ellas una puesta en evidencia de sus propios errores y de su incapacidad como madres, ante lo cual reaccionan violentamente.

Se trata en lo contemporáneo de un rechazo radical a lo real de la castración; ya que, como afirma Miller, si lo real merece un afecto, es más el odio que el amor[9].

En la clínica nos confrontamos hoy a una paradoja: "[…] en el mismo mundo donde los chicos son cada vez más valorados como objetos de atenciones especiales y profesionales, hay un aumento progresivo de las agresiones a los niños, provocadas sobre todo por sus propias madres"[10]. Y es que: "el supuesto lazo madre-hijo, aunque evoque un espacio familiar, no se muestra ya suficiente para que la madre no se aparte violentamente de lo que generó: hay madres, hay hijos, pero esos nombres parecen no nominar efectivamente más a nadie – un anonimato se propaga hasta en instituciones que, como la familia y las escuelas, eran consideradas, cada cual a su modo, responsables por la transmisión de una constitución subjetiva, de una diferencia"[11].

Las familias, tomadas cada vez más por esta "paradoja topológica" de la segregación[12], se instalan en la rivalidad imaginaria, embrollándose el lazo amoroso en la vertiente del odio.

La relación transferencial posibilita una otra forma de vínculo donde la vertiente del amor puede tomar lugar y hacer freno al goce. El analista ocupa una cierta función de interlocutor, al acceder a dar eventualmente la palabra a la madre y permitirle situarse como un sujeto del inconsciente, extrayendo de su lalengua lo que atañe al significante. Esta posición del analista posibilita introducir la diferencia: responsabilizarse cada quien por su goce. Con los niños y adolescentes las interpretaciones apuntan a agujerear el sentido que sostiene al sujeto en una posición de goce como partenaire de la madre. Los desafíos, los enfrentamientos, el buscar irritar al Otro materno, encuentran así un límite.

Hoy más que nunca la oferta del psicoanálisis sigue siendo la de Freud: reintroducir en lo humano aquello que, con el odio y la violencia, se nos aparece como lo más inhumano[13]. Se trata de dar su lugar subjetivo, de éxtimo, a este real de la no relación sexual, forcluido por la ciencia y desestimado por el imperativo a gozar propio de la civilización contemporánea.

NOTAS

  1. J. Lacan, Seminario Libro 20, Aun, Barcelona, Paidós/Ateneo de Caracas, 1981, p. 59
  2. J.-A. Miller, "Una charla sobre el amor", Introducción al método psicoanalítico, Buenos Aires, Paidós, 2008, p.179.
  3. J. Lacan, Seminario Libro 20, Aun, Barcelona, Paidós/Ateneo de Caracas, 1981, p. 14
  4. J.-A. Miller, "Una charla sobre el amor", ob.cit., p. 157
  5. J. Lacan, Seminario Libro 20, Aun, ob.cit., p. 12
  6. S. Cottet, Le roman familial des parents, La Cause freudienne N° 65, 2007, p. 40.
  7. Ibíd.
  8. Ibíd., p. 41.
  9. J.-A. Miller, "Sobre fenómenos de amor y odio en psicoanálisis", Introducción a la clínica lacaniana, Barcelona, RBA Libros, 2007, p. 304.
  10. S. Laia, "Violencia escolar y familiar", Radar N° 58, Enero 2011
  11. Ibíd.
  12. Ibíd.
  13. J.-A. Miller, "Nada es más humano que el crimen", Virtualia N°18, Oct-Nov 2008.
NEL - Nueva Escuela Lacaniana