21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2016
IX JORNADAS DE LA NEL
PLENARIA: Violencias y guerra

Las parejas del trauma
por Lizbeth Ahumada Yanet

Ya en el Arte de la Guerra[1], Sunt-zu afirmaba que enviar mujeres al enemigo, hacer que se enamore, es una estrategia para tener ventaja sobre él. En efecto, es la idea del amor como antípoda de la guerra, o, en todo caso, que pertenece a una naturaleza discursiva heterogénea. Por ello podemos entender que en los grupos armados colombianos haya una prohibición explícita, un código normativo que regula eso de hacer pareja. Diversos testimonios de milicianos reinsertados a la sociedad así lo notifican: Hay tiempos delimitados por el gobierno del movimiento guerrillero para el intercambio de tipo sexual, sin que esté previsto lo que de amor puede haber; en suma, intercambios que proscriben el amor! Es justo que Lacan diga que el deseo tiene un sentido pero que el amor es vacío[2]. Parejas que entrarían en la categoría de lo que García Márquez llamó los amores contrariados, aquellos que, según él, son los que permiten experimentar el verdadero sentimiento de estar vivo, aquellos que valen la pena vivir. Dos escenarios de hacer pareja propios del conflicto colombiano con movimientos que parecen ir en direcciones opuestas:

1. Hacer pareja en el trauma. Algunas víctimas del secuestro rearmaron sus parejas con quienes compartían las infames cadenas del cautiverio. Hicieron pareja con quienes eran próximos al sinsentido. La parlamentaria y otrora candidata presidencial colombo-francesa, Ingrid Betancourt, vivió uno de los secuestros más prolongados y mediáticos ejecutado por las FARC. En su libro No hay silencio que no termine (título que por supuesto no cuenta con el silencio de las pulsiones que no cesa de no escribirse), alude a lo que puede inspirar hacer pareja en los límites del trauma. Su ruptura con el esposo a partir de los rumores de infidelidad que llegaban hasta la selva colombiana(¡!), testimonia que es a lo unheimlich de esta vivencia a lo que arranca la certeza que la autoriza al acto de romper en lejanía y hacer lazo en cercanía con otro. Modo de domesticar lo éxtimo mismo de una relación. Eso dura lo que dura. Evade hablar del porvenir de esa pareja en el secuestro (se trata de un norteamericano también secuestrado) ¡Después a estudiar teología en Oxford!

2. Entre los guerrilleros mismos. Aquellos que franquean el dictamen de la norma, los que a pesar de ella o por ella misma, hacen pareja; parecen sufrir el desencanto que ocurre cuando el semblante cae; la guerra lo es, porque justamente lo que emerge, lo que se evoca es el goce, como lo sentencia Lacan. Las rupturas de muchas de estas parejas una vez cae el marco de la guerra, deja ver que su armazón se ligaba más al sentido que cobra el deseo sin consentir al vacío que el amor circunscribe y que permite que éste circule y tome aire a partir del dislocamiento del sentido, única vía por la que podemos aprehender un poco lo real[3].

NOTAS

  1. Ed. Panamericana, Bogotá, 1999.
  2. Línsu…clase del 15/03/77
  3. Ibid. Clase 5.
NEL - Nueva Escuela Lacaniana