21 AL 23 DE OCTUBRE DE 2016
IX JORNADAS DE LA NEL
Textos

La voz, la resonancia y la bala
por Marcus André Vieira

"Los estados de emergencia del cuerpo hablante", en sus aspectos traumáticos, un tema de gran actualidad. Me generó un cierto embarazo ya que la actualidad brasilera en este sentido está lejos de ser lo que creo que es la de Europa.

Prácticamente no hay atentados suicidas en Brasil, como los que se observan en serie en los EE.UU., y no hay ataques en nombre de la religión, como ocurre un poco en todas partes. Eso no significa que no haya violencia y estados de emergencia, pero es difícil imaginar una estructura similar.

Sin embargo, he elegido dos situaciones específicas que posiblemente pueden permitirnos discutir el lugar de la angustia y del superyó en la urgencia1.

La primera es lo que en Brasil se llama la bala perdida. Las pandillas se disputan las zonas más ventajosas para el tráfico en una favela, o la policía dispara contra ellas. Los disparos generan a veces víctimas en las calles alejadas de las favelas, incluso en las partes de la ciudad ubicadas más abajo. Sucede que alguien que está en la acera de la calle es golpeado por una bala perdida.

Nada es más impredecible. Esta no es la bala disparada por los enemigos, que nos puede matar, pero la bala perdida encarna la soledad infinita de una muerte absurda, que se produjo en el patio de una escuela o en un club nocturno. Estamos frente a lo que parece tan impredecible que parece no decir nada sino deshacer el sentido. Es una bala de este tipo que nos lanza hacia la urgencia traumática.

Nuestro paradigma para tratar la urgencia desde el Seminario X de Jacques Lacan es la angustia. ¿Podemos decir entonces que se trata de la angustia en este caso? Me parece que la angustia se produce después de la bala, en un segundo tiempo. Ella se asienta en el estado de incertidumbre en el que nos sumergimos a causa de la bala perdida. Es aquí donde viene la policía a decirnos "quédese en casa, porque lo peor puede suceder." Si uno tiende a creer en eso es con la esperanza de librarse de esa angustia.

Para demostrar el lugar de esta orden policial, propongo una segunda situación.

Se trata de Maicon, un chico de unos dieciocho años que estuvo preso en un momento especial en Río. El de una epidemia de rumores. Hace unos diez años, casi toda la ciudad se paralizó por un día porque se hablaba de una serie de ataques masivos por parte de los capos del tráfico de drogas en las escuelas, tiendas, etc. De hecho tres balas perdidas impactaron a tres inocentes, algunos vehículos y almacenes fueron incendiados pero millones de personas se quedaron en casa todo el día debido principalmente a las órdenes recibidas de muchachos como Maicon. Él descendía de la favela para ir a trabajar cuando recibió una llamada de una voz desconocida que le dijo "ve a decir a las tiendas que si no cierran los vamos a matar a todos, y hazlo de inmediato porque te estoy observando ahora mismo, y si no lo haces te voy a matar de un tiro". Él descendió, por supuesto, e hizo cerrar varias tiendas hasta que la policía lo detuvo. Como él, muchos chicos hicieron lo mismo.

Parece que, en términos relativos, la situación de Maicon recuerda a la de la mantis religiosa en el Seminario X 2. Se encuentra frente a un objeto indeterminado, en este caso porque la voz no tiene cuerpo, y es imposible definir de dónde viene esta demanda, con lo que la hace convertir en un imperativo.

Tengo la impresión de que no se trata de la misma urgencia en el caso de Maicon y el de la bala perdida. La urgencia de Maicon es la de la angustia frente a la voz del superyó que se aproxima mucho a la voz de la policía cuando nos ordena quedarnos en casa.

Sabemos que existe una relación especial de la voz con el superyó y la urgencia. La voz es tomada en la serie de objetos a lacanianos, las "sustancias episódicas", ese pedazo de vida que no encaja en el cuerpo propio. Queda desplazado como el quantum de libido que pone todo en marcha sin jamás ser incluido dentro del cuerpo 3.

De las cuatro sustancias episódicas del objeto a, Lacan distingue especialmente las relativas a la demanda, el seno y las heces, de las relativas al deseo, la mirada y la voz. Situar a la mirada y a la voz del lado del deseo en vez del de la demanda, indica que es menos fácil darles consistencia. Y de estas dos, la voz es mucho menos corporal que la mirada.

La mirada puede reducirse a un punto. Es como la lata de sardinas que mira Lacan en el Seminario XI, o la ventana en el Seminario I, abierta por la noche, mirándonos sin que podamos ver lo que nos mira4. Ella puede no tener cuerpo, ni esencia. Sin embargo, toca a mi cuerpo, capturado por esta presencia que se apodera de él, desde afuera.

La voz, al contrario, está en todas partes y en ninguna. De hecho, el sonido nos afecta por las ondas sonoras impulsadas por el aire que entran en los oídos y al mismo tiempo por conducción ósea, ya que el cráneo como el cuerpo entero se mueve y vibra por la acción de estas ondas. La voz del Otro, de hecho, en tanto vibración tiene la particularidad de movilizarnos independientemente de uno de nuestros puntos de referencia más básicos: la diferencia entre "el adentro y el afuera" del cuerpo. A esto se refiere Lacan cuando nos recuerda que los oídos no tienen párpados, que son los únicos orificios del cuerpo que no se pueden cerrar sin ayuda externa5.

La presencia vocal del Otro exige, más que cualquier otra, una respuesta. De lo contrario, nos perdemos en la supresión de la diferencia fundamental entre el sí mismo y el Otro. No es casualidad que casi siempre haya sido considerada divina o demoníaca, la misma que Freud prefirió abordar a través de su concepto de superyó.

Lacan nos recuerda que una acción posible tendría la estructura de la extracción forzada del objeto en el pasaje al acto6. Esto podría ser la estructura, digamos clásica, del abordaje de la urgencia. Pero en el caso de la bala perdida, o incluso del tiroteo, ¿podemos decir que se trata de la misma situación?

Todo lo relacionado con la angustia y el objeto, gira alrededor de la falta. El hecho de ser definido por Lacan como la "la falta de falta", nos permite ver que no hay angustia que no señale la desaparición de esa falta. Sin embargo, la contingencia casi absoluta de las acciones que no parecen ser afectadas por ninguna ley, nos pone en un estado de emergencia sin orientación. ¿Podemos decir que estaríamos aquí alejados del objeto? ¿Cómo acercarlo?7

Sugeriré las preguntas que me hago a mí mismo con respecto a esto:

La primera: El cuerpo habla, ¿no sería simplemente una manera de apuntarle a una dimensión del cuerpo que no se refiere a ningún objeto en específico (incluyendo un objeto tan paradójico como el objeto a)? En efecto, entiendo lo que habla del cuerpo como lo que se encuentra en el análisis cuando se debe tratar aquello que en el lenguaje no es lengua, el discurso encadenado, sino la lalengua, una colección de "dispersos desemparejados", fragmentos de lenguaje, sonoros u otros8. Sostienen lo que dentro de lo que decimos no es palabra, discurso conectado, sino hablante, elocuente sin locución. ¿En este sentido, el abordaje del cuerpo hablante no podría como tal esclarecernos lo concerniente a la urgencia de la pulsión? Sé muy bien que no hay pulsión sin objeto, pero en situaciones de extrema incertidumbre e indeterminación pareciera a veces desaparecer del horizonte.

Por otro lado, pero en el mismo sentido, me parece que es precisamente haber podido no tomar en serio el objeto de su fantasma lo que caracteriza el final del análisis. "Vivir la pulsión" en el sentido del Lacan de Televisión, me parece ser exactamente eso, la posibilidad de que el objeto de la pulsión se vuelva a veces un caso de contingencia.

Es en este marco es que se presenta el tema de la resonancia. ¿Qué es lo que resuena en el cuerpo a causa de la interpretación? ¿La resonancia no es el resultado de un momento en el que un significante hace vibrar de manera singular en alguien la intersección entre el goce y el significante? Si tal es el caso, la resonancia no le debe nada a la falta ni al objeto. Es algo que puede generar agujero en el sentido, pero que sólo es vibración, sin necesidad de disolver (o coser) el imaginario del cuerpo.

Parece que casos como el de la bala perdida nos llevan a la urgencia de la voz del superyó puesta en tensión con las presentaciones de Lacan en el Seminario XXIII y que Miller destaca en términos de resonancia asemántica.

¿Esta resonancia asemántica tendría efecto de urgencia? En primer lugar, creo que tiene el efecto de hacer perder consistencia a la urgencia de la angustia, la de la voz del superyó, ya que aquello que vibra no toma la forma de voz.

También debemos preguntarnos (como me parece que se hizo en la Jornada "Preguntas de Escuela"), ¿de qué hablamos a nivel del afecto cuando hablamos de la resonancia? ¿Habría un afecto de la resonancia? Ésta tal vez se deba situar fuera del campo afectivo, debido a que los afectos siempre están relacionados con el cuerpo como imago, mientras que la resonancia se une a un goce que se burla de una imagen estable. No haría falta que fuera un afecto, sino más bien una afectación, con todas las connotaciones spinosistas del término.

Lacan indica no sólo la angustia en este marco. También sitúa el entusiasmo en relación con una visión general del fuera del sentido del goce. Lo dejo a un lado. El gay saber, al contrario, merecería ser tomado, para mí, en relación con la resonancia asemántica, ya que está ligado por Lacan a un más allá del sentido, manteniéndose al mismo tiempo en relación con el hecho de "rasurarlo" y "robarlo" 12. ¿Se puede decir que las palabras de los relatos del pase para nombrar el goce del sinthome serían en cada ocasión el resultado de este tipo de rasurado? Robadas al sentido, desviadas de su sentido, como la carta robada, ¿resonarían de manera diferente?

Tomo una frase de Paulo Lins (autor de Ciudad de Dios) que a menudo me viene a la mente en guisa de conclusión:. "Falha a fala, fala a bala" (cuando la palabra falta, habla la bala) 13

No escuchen en esta frase la idea de que estos dos polos son los extremos de un continuo, como si la bala fuera la realidad concreta y la palabra la realidad humana, simbólica. Esto encerraría un maniqueísmo violento sugiriendo gradaciones de "precariedad", o la capacidad de "simbolización" iría en aumento en la dirección de la palabra. Es mejor pensar en la precariedad subjetiva como el estado al que puede llegar cualquiera, ya sea en Suiza o en una favela.

El fracaso de la palabra vendrá cuando el mundo ya no tenga más estructura. ¿Es una señal de la falla del lenguaje? ¿De lo hablante del cuerpo? No creo, y en este contexto, es muy importante recordar hasta qué punto un análisis hace un llamado a todo lo que tenemos en nosotros, relatos, y también objetos absurdos y finalmente a todo lo que de la lalengua resuena en nosotros de manera singular hasta que encontremos una manera de vivir en acuerdo con el material lingüístico del que estamos hechos. Este acuerdo no es ni armonía ni felicidad, sólo un saber de las contingencias, con la forma en que nuestro sinthome puede convivir con los otros sin la necesidad de las escaleras del mercado. Esto tal vez es lo que podría ayudarnos a vivir en un mundo donde las balas, más que para asegurar los límites del orden público, por un lado, o de asegurarnos hasta qué punto un asesino puede ser monstruoso, y aparte de los seres humanos, nos lanza un cadáver plantado en nuestro corazón, atestiguando de una humanidad a veces infinitamente sin ley.

NOTAS

  1. Para un discusión con situaciones como esas ver. Restos, Vieira, M. A. Rio de Janeiro, Contra Capa, 2009.
  2. Lacan, J., Le Séminaire, livre X, Paris, Seuil, 2004, p. 14.
  3. Ver. p. ex. « ese residuo no imaginarisable del cuerpo » Ibid. p. 379 o incluso « ese resto irreductible a cualquier forma », p. 74.
  4. Lacan, J., Le Séminaire, Livre XI, Paris, Seuil, 1973, p. 89 et 240. Vr aussi, Le Séminaire, Livre I, Paris, Seuil, 1975, p. 240.
  5. Lacan, J. Le Séminaire, livre X, p. 290 et Le Séminaire, Livre XXIII, Paris, Seuil, 2005, p. 17.
  6. Le Séminaire, livre X, p. 137.
  7. Con respecto al cuerpo y sus agujeros ver. Vinciguerra, R. P. « Trous et restes », Papers (du comité d'action de l'École Une, n. 4, disponible sur (https://www.congressoamp2016.com/pagina.php?area=10&pagina=57, en 10/2/16).
  8. Lacan, J. Autres Écrits, Paris, Seuil, 2001, p. 573.
  9. J. Lacan, Télévision, Paris, Seuil, 1974, p. 40.
  10. Lacan, J. Le Séminaire, Livre X, p. 317 et Le Séminaire, Livre XXIII, p. 17. Vr aussi Miller, « L'Être et l'Un » L'Orientation Lacanienne, Année 2011, Cours n° 14 - 25/05/2011.
  11. Tomo un solo ejemplo, el de Anne Lysy que llama efervescencia lo que antes parecía ser urgencia. Ella corría en todas las direcciones después de haberse encontrado con pedazos de palabras, los dispersos desmembrados de su lalengua, ella vivirá su impulso sinthomático de otra manera llamándolo efervescencia. Ese nombre viene a vibrar para ella en consonancia con lo que de lalengua hacer vibrar al cuerpo. (Lysys, A. « Faut y aller ! », La Cause freudienne, 75, 2010, p. 64-72).
  12. J. Lacan, Télévision, Paris, Seuil, 1974, p. 39.
  13. Lins, P. Cidade de Deus, São Paulo, Cia. Das Letras, 1997, p. 21
NEL - Nueva Escuela Lacaniana