Violencias y pasiones son los dos términos que componen el título de la próxima Jornada de la NEL. El plural señala la multiplicidad y variedad de sus manifestaciones.
Las violencias arrojan luz sobre la estructura de lo humano. No se pueden erradicar, a pesar de lo que piensa la educación. Indican la inexorable presencia de la pulsión de muerte que habita en el sujeto y en la civilización, como demostró Freud, y dan cuenta de la crueldad que va contra el principio integrador de ésta, así como de la imposibilidad de eliminar la tendencia destructiva del alma humana.[1] ¿Cómo abordarlas?
La generalización del término violencia en el campo social y global, así como la manera enloquecida en que ella se presenta hoy en el mundo (proliferación de la segregación y del racismo), nos colocan frente a la imposibilidad de escapar de la barbarie que se aloja en la civilización. Esto, al ser leído desde el discurso analítico, nos permite ir más allá del sentido histórico, para ubicar las coordenadas estructurales de lo que podemos observar en el discurso común, donde el término violencia se ha convertido en denominador de muchas acciones humanas (violencia política, social y económica, violencia familiar y escolar, entre otras) y extraer sus consecuencias para la clínica.
De esta manera, a lo múltiple y generalizado oponemos lo uno y lo singular propio de la experiencia psicoanalítica, para indagar si la violencia es un componente inseparable de la estructura subjetiva y aventurarnos a pensarla a la luz de las pasiones.
¿Por qué y cómo articular violencias y pasiones? Más que una relación de causalidad, proponemos una aproximación ética que permita abordar lo real que hay en las pasiones, en una doble perspectiva:
De las violencias a la violencia.
¿Es la violencia intrínseca al ser hablante? ¿Hay una maldad propia en lo humano?
El psicoanálisis ha demostrado que la pasión freudiana fundamental del amor-odio, odioamoramiento, como decía Lacan,[2] es fundamental en la experiencia subjetiva. Su génesis va más allá del narcisismo. El lazo social implica en su existencia un imposible de eliminar que es el odio al goce, "brutalidad opaca de la vida",[3] que da cuenta de lo real propio de cada parlêtre que define el traumatismo. ¿Es el trauma violento?, y más allá, ¿cómo se las arregla cada uno con esto? ¿Podemos decir que las violencias son en sí mismas tratamientos de lo imposible?
Las pasiones.
Hablar de pasiones en el psicoanálisis implica una transformación de la palabra, recogida en la tradición filosófica, y una modificación del sentido operado en la cultura occidental, que va desde eliminar la pasión del hombre, mantenerla a distancia, hasta experimentarla y concebirla como lo más sublime.[4]
Las pasiones, que son "del alma",[5] serán entendidas desde el Psicoanálisis como afectos, es decir, como los efectos que tiene el significante en el cuerpo. Dan cuenta de las manifestaciones del "Otro goce". Su estudio abre un campo de investigación que permite ir desde el narcisismo, pasión por excelencia, donde encontramos el desarrollo sobre la agresividad y el carácter pasional del yo que Lacan llama locura, pasando por las pasiones del ser (amor, odio e ignorancia), hasta las pasiones del alma o pasiones del a (tristeza, gay savoir, felicidad, beatitud, tedio, mal humor).[6] ¿Son las pasiones formas de tratamientos del trauma? Lo que si podemos afirmar es que las pasiones constituyen una vía privilegiada para descifrar y aproximarnos a la letra propia de goce de cada ser hablante, del ser de goce en sus tres dimensiones: Real, Simbólico e Imaginario.
El lazo analítico.
La experiencia analítica es una experiencia afectiva. Su clínica depende de la transferencia, donde se despliega toda la gama de la pasión. Más que mantener las pasiones a distancia, la experiencia analítica se constituye por "la voluntad de experimentarlas".[6] El psicoanalista está confrontado a la experiencia de la pasión.
Nuestra tarea será poder demostrar cómo con el método analítico, en el uno por uno, se puede afrontar este tema general, la violencia, y cómo la posición analítica, pensada como un nudo pasional entre analista y analizante,[7] puede construir un lazo inédito que permite abordar ese resto sinthomático que es la maldad, que pone en juego esa relación de amor-odio fundamental. Sin duda, esto requerirá de la pregunta por el destino de la pulsión al final de un análisis, brújula que nos orienta como Escuela para animar el deseo por el pase: "captar lo más intimo de la experiencia, para hacer de ello un bien común".[8]
Abordaremos esta compleja temática en dos espacios de trabajo que permitirán articular extensión e intensión:
Notas
COMISIÓN CIENTÍFICA
Piedad de Spurrier, Maria Cristina Giraldo, Gerardo Réquiz y Clara María Holguín
COMISIÓN ORGANIZADORA
Responsables: Mónica Febres Cordero de Espinel, Mayra de Hanze y Elena Sper. Miembros y asociados de la NEL-Guayaquil
COMISIÓN BIBLIOGRAFÍA
Marita Hamman y Ana Viganó